Entre fantasías y realidades

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viernes, 24 de enero de 2020

Buenos Tiempos

Despertar con los rayos del sol dibujando geométricas formas tras evadir la persiana; mañanas de paseos y confidencias; el delicioso olor de la comida recién hecha; tardes de parque y helado.

Esas cosas simples con las que eramos tan felices. Sin preocupaciones, sin heridas por malas experiencias.
¿Era eso la felicidad? Seguramente.
¿Se puede alcanzar la felicidad en el mundo de los adultos? ¿La verdadera felicidad? No lo sé.

Hay gente que dirá que con montones de dinero seguro que sí. Pero, ¿están seguros de que todo ese dinero no nos tendría más preocupados y neuróticos por si nos roban o timan? ¿Ese dinero no se convertirá en una droga y nos hará desear tener más y más sin llegar jamás a disfrutarlo?

Otros dirán que sin dinero se puede ser mucho más feliz. Fuera preocupaciones, volver a lo básico. Pero la verdad es que, en el mundo actual, para vivir dentro de la legalidad y con una cierta dignidad, el dinero es necesario. Y cuando falta lo más básico, la felicidad hace mucho que ha dejado de importar.

¿Dónde está entonces la verdadera felicidad? ¿Quizás en un punto medio? ¿Cuándo se tiene lo suficiente para no preocuparse por la falta de cosas necesarias? ¿Cuándo se tiene demasiado y empiezan las neuras? ¿Depende de cada persona? ¿Cómo se consigue? ¿De verdad el dinero es lo único importante? ¿Qué hay de sentirse querido, dedicar tiempo a actividades o trabajos que nos gusten, la realización de sentirse útil y no una carga? ¿Eso también depende de cada uno?

Cada vez tengo menos seguro que se pueda ser genuinamente feliz una vez que abrimos los ojos al mundo de los adultos. Así que... ¿Está todo perdido? No, absolutamente, no.
Podemos seguir siendo felices con un helado, una película de animación o una tarde con nuestros seres queridos. Puede que sea pasajera, pero será felicidad. Pura y genuina FELICIDAD.

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